Mi vida como TRIATLETA




El triatlón es una modalidad deportiva de creación bastante reciente que consiste en unir tres especialidades en una única competición. Natación, ciclismo y carrera a pie, por este orden.

A este deporte llegan aficionados desde cualquiera de los tres componentes y, así, encontramos practicantes que despuntan en el agua pero lo otro bueh…, que corren que se las pelan pero la bici les da pereza y nadan poco y mal o que son induraines, pero sin ruedas se sienten perdidos. Hay casos excepcionales en los que el deportista es capaz de hacer tiempos razonablemente buenos en los tres tristes tramos. Después ya vienen los hermanos brounli y Javigómeznolla. Y al siguiente estadio de la excelencia en el triatlón lo represento yo.

Entre natación y ciclismo, y entre ciclismo y carrera, están lo que se llama las transiciones. Las transiciones son la parte más importante, más determinante y más difícil del triatlón. Y a mí, Dios me bendijo con un don para las transiciones.

No es raro ver a muchachos y muchachas corriendo por el box como pollo sin cabeza, buscando su bicicleta con la angustia esculpida en sus rostros sudorosos. Tampoco es extraño ver a algunos salir de la zona de transiciones con las zapatillas a medio atar, poniéndose la gorra en su sitio o acabándose de colocar el dorsal.

Señoras (y señores), de la transición se sale como un pincel. Y punto.

Yo recuerdo exactamente en qué fila y a qué altura está colocada mi bicicleta, en qué posición dejé mi toalla y en qué orden debo de ponerme los accesorios para cada tramo. No voy rápido, eso es para los pros, pero sigo la pauta a rajatabla. Primero el casco, luego guantes, dorsal, me seco los pies con la toalla de microfibra que tengo preparada, me recorto las uñas, me pongo los calcetines (primero el izquierdo, luego el derecho), zapatillas (primero la izquierda, después la derecha), descolgar la bici y en menos de cinco minutos salgo de la transición impecable. Listo para que la foto sea digna del poster de la próxima edición.

Por supuesto, el cambio de la bicicleta al tramo a pie sigue también un guion perfectamente estudiado y ejecutado. No olvido el peine para el momento de quitarme el casco, así como toallitas húmedas para evitar ir oliendo mi propio sudor durante los diez quilómetros que me esperan.

Esto abre una discusión vieja para otros temas pero inédita para el que nos ocupa: ¿el transicionario nace o se hace? Podríamos argumentar a favor y en contra de los dos postulados durante líneas y más líneas. Pero no quiero aburrir al lector (o lectores, si llego a 2) e iré directamente a la conclusión.

Aplastantemente: NACE.

Nace. No hay nada que discutir. Si no fuese así, ¿de qué iba yo a resultar tan bueno en mi primer triatlón? Es cierto que he visto vídeos en youtube y algún colega me ha contado la risa que hace ver a alguien salir de la zona de boxes sin las zapatillas puestas o con el flequillo flameando en el sentido opuesto a la raya. Pero yo tengo el GEN. Y he necesitado una sola oportunidad para demostrarlo.


Aprovecho para llamar la atención, desde aquí, a anunciantes que quieran aprovechar mi talento para vender de forma eficiente sus productos. 

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