Sergio es de Mataró y trabaja en el
Pret a Manger de Frith St. Yo había decidido que abandonaba Londres y me estaba
despidiendo, poco a poco, de todos mis amigos.
Muy poco a poco.
Como parte de ese ritual de festivo
duelo, quedo con él y con María, su mujer, al término de su turno. La idea es
comer en un sitio menos sano, menos fresco y menos rápido. Pero más barato.
Como tengo todo el día por delante,
cojo el metro hasta Leicester Sq. y doy un tranquilo paseo por el Soho hasta el
punto de encuentro.
He transitado un montón de veces esas
calles, pero no tengo en cuenta que en ellas se encuentra el restaurante
Mezzo’s hasta que, saliendo de él, veo a una señora acompañada de dos hombres.
Si puedo destacar alguna de mis
facultades, esa es la agudeza visual. Se tiene o no se tiene. Yo la tengo y
presumo de ella: veo superbién.
Para reafirmarme en mi convicción,
además de la buena vista, me separan de la señora unos cuatro metros, el ancho
de la calle, así que la distingo perfectamente.
A pesar de no ser nada mitómano, casi
se me saltan las lágrimas de la emoción. Pero venzo el impulso de acercarme y
hablarle, continúo caminando y dándole vueltas al feliz encuentro. Me siento
como la mezcla perfecta entre prudencia e impulsividad. Mezcla aderezada, eso
sí, con mi inigualable AGUDEZA VISUAL.
Tan viva está la imagen en mi cabeza,
que al encontrarme con María en la puerta del Pret, lo primero que le digo es:
-
¿A
que no sabes a quién acabo de ver?
Inconscientemente, reconstruyo la
escena en forma de holograma en la pupila de mis ojos, transmitiendo
información de forma no verbal a mi interlocutora. Con tanta intensidad que,
sin dudarlo un segundo, contesta:
-
A
Lauren Bacall.
Miro tras de mí, para comprobar que no
está ahí.
No. No está.
La pregunta era abierta. No le dicho a
María:
-
De
las siguientes opciones, ¿a quién crees que he visto?
- Lauren Bacall
-
Una
prima mía del pueblo
Ni siquiera le había dicho que se
tratase de una actriz o de una celebridad. No, de todas las personas del mundo
que yo podía haber visto, vi a Lauren Bacall. Y María, que no se había cruzado
con ella, lo supo estudiando el holograma que proyectaban mis ojos. En 3D.
-
¿Cómo
lo has sabido?
-
Yo
que sé, es el primer nombre que me ha venido a la cabeza.
Entonces fui consciente. Fue en ese
momento cuando tuve la certeza de poseer poderes. Además de la agudeza visual,
quiero decir.
Claro.
Unos meses antes había
tenido indicios que, en aquel tiempo, no supe interpretar correctamente.
Una noche volvía a casa en un bus de
esos típicos. ¿Sabéis esos rojos de dos pisos? Pues no. De un solo piso.
En una parada del (atención,
incrédulos) barrio de ANGEL, mientras el vehículo se detenía, vi a un grupo de
personas esperando.
En ese mismo instante, en mi cabeza se
recreó una situación en la que los pasajeros se subían al autobús, se sentaban
delante de mí y empezaban a hablar en español.
No sería tan flipante si no fuese
porque lo verbalicé. Y no sólo eso, había alguien a mi lado para registrar el
instante. Mi pareja. Le dije:
-
Esos
que suben son españoles.
A lo que ella contestó:
-
Ya.
Probablemente inducida por algún holograma
en 3D y Dolby Surround que yo ya estaba proyectando de algún modo.
Al principio lo entendí como uno de
esos famosos déjà vu de los que tanto
se habla. No lo entendía, pero me había adelantado a los acontecimientos. Había
visto con segundos de antelación lo que iba a ocurrir ante mis ojos. Era el
elegido, el ungido, un proyecto plausible de nuevo mesías. Sólo que no me daba
tiempo a hacer nada con lo que sabía. Tampoco la información de la que disponía
era muy relevante.
Tras el episodio de la Bacall (como
veis, dio de sí lo suficiente como para tratarla con familiaridad) entendí que
mi cerebro trabaja en varias dimensiones. Bueno, trabaja como sinónimo de
“funciona”, no de actividad remunerada.
Paso ratos en el terreno de lo
desconocido con frecuencia. A menudo, cuando regreso de alguna de esas
dimensiones, consigo recordar algo, como que me estaba hurgando la nariz o
mordiendo las uñas. La mayoría de las veces, no obstante, es un gran vacío.
Ausencia total de recuerdos. Un break cerebral. Hay quienes le llaman siesta,
pero son LOS ESCÉPTICOS DE LO SOBRENATURAL(bonito nombre para un grupo de los
80, por otra parte).
Sin embargo, sigo trabajando en ello y
no descarto, en un futuro próximo, entender el porqué de las cosas gracias a
uno de mis viajes. Quiénes somos, de dónde venimos. A dónde vamos.
Por si lo descubro y se me olvida explicarlo, id preguntándome de vez en
cuando.
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