Mi vida como FIGURANTE



Figúrate, yo figurante, Fabián. Yo, que no he sabido nunca figurar ni en las listas del paro. Ni en los equipos de fútbol del colegio.

Pues cuando menos me lo esperaba, viene la señora que le limpia a mi suegra y me da un número de teléfono al que hay que llamar.
Y voy yo y llamo y resulta que, para los estudiantes o parados, o para los estudiantes parados (e incluso para los parados que no estudian o los estudiantes que se mueven), hay una propuesta magnífica que consiste en pasar el día en un rodaje de lo que sea, haciendo de persona normal.

A cambio, la productora da un bocadillo, un refresco y 5.000 pesetas de la época, que traducido a euros es un bocadillo, un refresco y algunos euros.

Mi primera misión como FIGURANTE consiste en dar cobertura a Arturo Fernández, Lía Chapman y Toni Cantó en la plaza de toros Monumental. 

Como corresponde a lo que se considera una misión secreta, no conozco los detalles hasta estar en el lugar y la hora de la convocatoria.

Una vez en la plaza, me doy cuenta de que somos unos 200 agentes secretos, tan bien caracterizados para la ocasión que parecemos personas normales. Pero de verdad. De las que no sospecharías ni por un momento.

Nos hacen pasar al interior y nos sientan en un trozo de grada bastante pequeño, muy apretados unos contra otros, el resto de la plaza vacía. Y nosotros al sol, de justicia, de verano cruel, de hacer brillar las frentes del enfervorecido público que, ahora, debíamos interpretar.

No salió ni un toro, ni un torero, ni un alma a la plaza. Impoluto el rubio albero. 

De vez en cuando, un tipo con una claqueta decía algo de números y letras, se pedía silencio y nos hacían aplaudir o levantarnos o hacer como que silbábamos o mirar para un lado o para otro. Y lo mejor era jalear OLÉs sin dar un ruido. 

-    Que se lea en los labios, es muy importante.

Mientras tanto, Arturo Fernández se sentaba junto a una mulata medio en cueros, que luego supimos que era la actriz Lía Chapman (¿quién no la recuerda?) y decían su texto, con esos diálogos llenos de frases que un equipo de guionistas ha estado escribiendo y reescribiendo durante meses y que el actor adorna con improvisadas “chatinas”.

A lo mejor me distraje un poco de mi papel y se me escapó algún OLE, atento como estaba a la actuación de los pros. Pero estuve perfecto como elemento hueco, ni un ruido emití.

Cuando algunas señoras ya habían sufrido algún vahído y todos empezábamos a tener un color de piel tirando a carmesí, dieron por buena la toma y nos dejaron tomar un refresco y comer el prometido bocadillo de pan de chicle. El pan de chicle no formaba parte de la promesa pero, al parecer, sí de la tradición.

A continuación, nos repartieron por las mesas y la barra de la taberna de la plaza y nos obligaron a hablar entre nosotros. Todos desconocidos que nos veíamos por primera vez. Con vasos de cerveza llenos de agua colorada y caliente. Un infierno, porque de nuevo se nos prohibió emitir sonidos.

Entonces, Toni Cantó.

Bueno, que vino. De nuevo aparecieron los pros interpretando sus cosas entre ellos, mientras yo mantenía una acalorada discusión silenciosa con dos muchachas que replicaban estupideces sin ton ni son. Pero callandico.

Arturo, Lía y Toni, además de otros actores profesionales, actuaron a su bola, sin extrañarse de que la gente a su alrededor no dijese ni mú. Por aquel entonces, Toni Cantó no debía saber nada de que acabaría haciendo el ridículo como político en las redes y se comportaba con la arrogancia propia de quien disfruta de la fama. 

Como hubiese hecho yo si mi carrera de FIGURANTE se hubiese prolongado, por lo menos, una película más.

Cuando el rodaje se dio por acabado, volví a mi casa silencioso por inercia y ronco por haber estado tanto rato haciendo como que hablaba sin hacerlo.

La película, a pesar de todo lo que prometía, no llegó a estrenarse en cines. Sin embargo, años más tarde, la intercepté por sorpresa un viernes a las 2 de la madrugada en la dos, valga la redundancia. La sufrí entera para comprobar si se me veía. 

Un poco, de refilón, discutiendo y mirando de reojo a la cámara en el bar, mientras Arturo le decía chatina a la mulata.

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