Mi vida como BIRD WATCHER



O mira-pájaros.

No, que ya veo por dónde vais. Me refiero a aves, a pájaros que vuelan libres, en el sentido literal, no busquéis la metáfora.

¡Marranos!

Mi afición se despertó recientemente, aunque atrapándome de una forma muy intensa. Es algo que llevaba dentro y no sabía, una inclinación muy visceral.

Hace unos días estaba ocupado hurgándome el ombligo en busca de la pelusa perfecta cuando, a través de la ventana, una sombra me distrajo.

-    ¿Qué diantres eres, sombra?
(Es que soy muy reconsagrado en el lenguaje que utilizo cuando me hablo a mí mismo.)

Con una fuerza de voluntad digna de cerrada ovación, me levanté del sofá para apartar la cortina y observar con atención. Vi un pico amarillo, una cabeza naranja y un cuerpo cubierto de plumas rojas y amarillas. Unas patitas finas y cortas. No se trata de un lagarto, deduje instantáneamente.

El bicho capturó mi atención hasta el punto de dejarme absorto durante un lapso de tiempo que no puedo calcular. Tal era el nivel de abstracción. Sólo sé que cuando, por fin, se movió, di un respingo y emití un grito de sorpresa, apagado por mi propia mano que lo reprimió a mitad de chillido. Onomatopéyicamente hablando, sería algo parecido a:

-    OOOOOHnnngggmmpppppfffff.

Retuve la imagen en la retina y me abalancé sobre el ordenador. Tenía que saber qué era aquello que se movía en mi jardín. Bueno, en el jardín de al lado. En fin, en el árbol de la acera de en frente, que sois muy quisquillosos con la información.

Aparecieron miles de fotos de pájaros en la búsqueda de Google. Tras la consulta “pájaro de pico amarillo cabeza naranja y plumas rojas y amarillas” se escondían infinidad de especies animales, vegetales, minerales, electrónicas y sexuales.

Pero ninguna de ellas se correspondía con lo que yo había visto. Empezaba a creer que era el descubridor de una nueva especie. Posiblemente de una evolución transgénica fruto de algún experimento secreto.

Ávido de conocimiento, invertí los siguientes 15 minutos en visitar foros de avistamiento de aves. En tan corto plazo de tiempo, me sentí atraído por un catalejo con localizador por GPS sin el cual, súbitamente, no supe imaginarme el resto de mi vida. Lo compré onlain y proseguí con mis pesquisas. Al instante, me distrajo una oferta en un margen de la web, donde proponían pasar el puente de La Purísima en un alojamiento rural cercano al parque de Doñana, con excursiones incluidas en el precio, que por cierto era bastante económico, rodeado de paisajes espectaculares, tocando al mar y acompañado de las más suculentas sugerencias gastronómicas. Un puto paraíso para los que disfrutábamos de ver  bichos voladores.

Aterrado por la idea de quedarme sin mi plaza, pagué la reserva, también onlain.

Dediqué unos instantes a imaginarme agazapado entre las dunas, con mi tortita de camarones en una mano y mi catalejo en la otra. Me relamí un par de veces y me puse de nuevo a investigar.

Con tanto estímulo, empezaba a olvidar algunos detalles de mi descubrimiento, como el tamaño del pico o si realmente tenía alas, así que volví a la ventana para descubrir que seguía allí, el viento meciendo parte de su brillante plumaje. Además de los elegantes y alegres colores, me llamó la atención que estaba tumbado en el suelo.

En aquel momento me enfrenté a mi primer dilema ético como BIRD WATCHER. ¿Debía de dejarlo allí, sin tener la certeza de que se encontraba bien y solamente mirarlo? O, por el contrario, ¿debía intervenir, acogerlo en mi casa, cuidarlo y restablecerlo a la naturaleza una vez que recuperase sus constantes vitales y la capacidad de defenderse en un mundo hostil?

En tales disquisiciones me ocupaba cuando se acercó una pareja joven con una niña pequeña de dorados rizos y sonrisa llena de mocos.

Sin dar tiempo a sus progenitores a evitarlo, la mocosa se agachó y recogió del suelo a mi pájaro, apretándolo contra su pecho y cantándole al oído:

- ¡¡¡CUQUI!!! ¡Cuquicuquicuqui"
- No lo aprietes tanto, que lo vas a romper. 
  (reconvino su madre)

Mientras buscaba mis zapatillas para salir inmediatamente al auxilio del pobre animal, vislumbré como la pequeña bestia rubia apretaba con sus rechonchos dedos el vientre del ave para, después, volver a dejarla en el suelo.

Sorprendentemente, empezó a caminar a pasos cortitos y regulares, mientras emitía un zumbido mecánico y los acordes de "los pajaritos".

Un escalofrío me recorrió el cuerpo de una manera tan aguda que me devolvió al sofá. Me senté sobre el mando de la tele, levanté unos centímetros el culo, haciendo palanca con mi espalda y lo recuperé para poner Tele5.

Me sigo considerando un MIRA-PÁJAROS vocacional, pero actualmente estoy dándome un tiempo para retomarlo con fuerza en Doñana.

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